La geometría sagrada es un código fascinante, al que podemos acceder si nos detenemos a mirar cuidadosamente nuestro mundo. Es un ritual mágico de creatividad cósmica y una invitación para reimaginar nuestros universos íntimos. La geometría ha sido utilizada desde la antigüedad como ciencia unificadora de todo. Como herramienta para alcanzar la ascensión espiritual y de conocimiento.
Si nos paramos un momento a observar, cuando el Sol se esconde tras el horizonte, y la oscuridad invade la Tierra y el firmamento, encontramos en el cielo dos confortes luminosos: la Luna y las estrellas. La Luna, es diferente pues se transforma, va y viene, y hay días que incluso está por completo ausente. Las estrellas, sin embargo, permanecen en la bóveda celeste iluminando la tinieblas impenetrables de la noche, como un faro de esperanza. Si bien hay diversas figuras geométricas con forma de estrella, cada una con su propio simbolismo de acuerdo con el número de puntas o a su color, la base de estos significados es su capacidad iluminadora e inspiradora.
La geometría, por tanto, toca todo lo que nos rodea, aunque el hecho pareciera, más bien, magia. El estudio de la geometría nos han dado, valiosas herramientas como la observación, el cuestionamiento y la reflexión, entre otras – incluso la capacidad de metáfora. Tiene la virtud de ser el resultado comprobable de cuestionamientos que tuvieron su origen en dicha observación. Cada detalle de nuestro entorno, por más mínimo que parezca, contiene señales asombrosas sobre la manera en que opera de la naturaleza; esas pistas nos permiten explicar lo inexplicable, es el caso de la geometría fractal en nuestra carta natal.
La Geometría que llamamos «Sagrada» es, por ende, una metáfora de la Ordenación del Universo, de la huella digital de la Creación. Nuestro mundo está poblado por códigos: manifestaciones de la comunicación entre toda clase de formas de vida y elementos. Y tal vez el código más fascinante es la geometría sagrada; sin duda uno de los lenguajes más difíciles de descifrar, pero que, a través de la simple observación, nos ofrece pistas sobre la configuración del cosmos y de la información que, discretamente, se transfieren entre sí toda clase de entidades, orgánicas e inorgánicas.
Así, la geometría sagrada definitivamente contiene un elemento espiritual y es un valioso intento por develar la “lógica del universo” y asociar las figuras presentes en el mundo a una dimensión distinta de su propia materialidad; otorgándoles una naturaleza simbólica. Por otro lado, tal vez el aspecto verdaderamente sagrado de la geometría es nuestra capacidad de hacerla presente; de encontrarla en el mundo que nos rodea.
En nuestra Carta Natal desde el punto de vista de la energía creativa personal podemos ver representadas las formas cósmicas de los cinco Elementos y su aplicación práctica en la vida: El Hexaedro, asociado al elemento Tierra; El Tetraedro que representa al elemento Fuego; El Icosaedro aunado al elemento Agua; El Octaedro asociado al elemento Aire; y el Dodecaedro que se considera la forma platónica relacionada con el elemento Éter.
Lo geométrico, lo simétrico y lo fractal, nos complacen porque nos remiten a lo proporcionado, regular y familiar. Pero, tanto en el mundo como en el interior de nosotros mismos, existe la posibilidad de abrir los caminos de nuestra existencia y de reinventar los puntos de anclaje de los cuales partimos para medir la tierra. La geometría sagrada es capaz de acercarnos a lo divino, porque explica la inmensidad del universo, esa que existe contundentemente en una brizna de polvo y en una galaxia.